Columna Mario Waisbluth: Voces

¿Universi… qué?

Los pugilatos de estos últimos días han sido en torno a las universidades y la confusión sigue en aumento. Aquí va un intento de clarificación.

La enseñanza técnico­-profesional olvidada como siempre

En primer lugar, me produce mucha frustración que todo el mundo hable de universidades, y que los institutos profesionales y centros de formación técnica, que son potencialmente la base de la equidad social y laboral de Chile, no sean ni siquiera mencionados. Para el Cruch no existen, para la Confech tampoco, para la repartija del AFI menos, para el diseño de la PSU ni hablar, para los parlamentarios igual. Todo lo que escriba de aquí en adelante se referirá a IES, es decir, instituciones de educación superior.

A mi personal modo de ver las cosas, el mejor modelo de IES de Chile es hoy el de una universidad privada, mejor que muchas estatales acreditadas por leves 2 o 3 años. Se trata de la Universidad Técnica Federico Santa María. La principal razón es que reúne integradamente la educación técnico profesional con la universitaria, dándole al alumno la posibilidad de múltiples trayectorias. Si no logramos eso con la mayoría de las IES chilenas, estaremos errando el camino. Además, es democrática en la elección de sus autoridades, pluralista, del más alto nivel académico y su proceso de expansión a diversas sedes se ha realizado cuidando la calidad, no como otras que una

vez obtenida la acreditación se lanzaron a la enloquecida carrera de poner sedes espurias en todos lados para vender cartones de “baquelita”, como diría el ministro del ramo. Por ejemplo, creo que el DUOC y la UC debieran ser una sola entidad, de modo que los alumnos puedan transitar desde la ruta técnica a la profesional y viceversa, en una misma malla curricular.

Libertinaje privado y estrangulamiento público.

Lo que ha ocurrido en los últimos 30 años en un modelo de IES diseñado por la dictadura y tolerado con más o menos entusiasmo por una serie de ilustres expertos de la Concertación (que bien podrían haber sido ministros de la Alianza), es un fenómeno basado en dos conceptos básicos: el libertinaje del mercado privado, así como el estrangulamiento burocrático y cese de la expansión de las IES estatales. El 90% de la expansión de matrícula ha sido privada, no por “ineficacia de las estatales”, sino porque el Estado las estranguló, igual que a las escuelas públicas.

En lo personal, después de 10 años de convivir con el estrangulamiento burocrático que significa realizar cualquier actividad o proyecto en una institución como la Universidad de Chile, que más se asemeja a un ministerio que a un ente académico, tiré la esponja y me jubilé (mis 66 años también ayudan a tomar la decisión). Para que el lector se forme una idea, si hubiéramos comprado para nuestro equipo de trabajo una lata de café con cargo a los fondos de un proyecto financiado por una empresa, y yo le hubiera convidado una taza de café a mi Decano que nos estaba visitando, sería potencialmente objeto de un sumario administrativo. “Los funcionarios no pueden gastar fondos públicos en atenciones a otros funcionarios”. Hay contraloría interna y hay Contraloría General de la República, para TODOS los fondos, aunque el 80% no provenga del Estado.

Si no se cambia la figura institucional y la gobernanza de las universidades estatales, por una que le dé mayor libertad de operación, pero a la vez mejor vigilancia del Estado en sus órganos superiores, las restricciones impuestas por la Contraloría, Chilecompras, estatutos administrativos y trato “funcionario” a sus académicos y administrativos, jamás les permitirá desarrollarse con la agilidad que el siglo XXI amerita. La Federico Santa María tiene en su Consejo un representante del Presidente de la República, es privada y funciona de lo más bien. Mil veces mejor ese estatuto que el de “Ministerio Universitario”.

Retomemos el hilo: el libertinaje por 30 años produjo el espectro más variado posible de instituciones, variado en el mal sentido de la palabra. La variedad es buena, el caos no. Esta variabilidad se da a lo largo de diversos ejes que no conversan necesariamente entre sí: los de calidad, lucro, pluralismo y democracia interna, selectividad, valor público y el eje estatal/privado. Se pueden encontrar IES en todas las posiciones de estos ejes, en una especie de matriz multidimensional que produce vértigo.

  1.   Calidad: Hay carreras e IES de baquelita pura, de baquelita mezclada con teflón, de lo que uno guste. Desde las que no tienen acreditación o la tienen –dudosa y reiteradamente-­‐ por 2 a 3 años, hasta las más serias, acreditadas por 6 o 7 años. Hay estatales acreditadas crónicamente por 2 años… ahhh… pero son “Cruch”, cuando hay otras privadas mucho más serias que no tienen derecho a estar en ese club privado de acceso restringido. Los proletarios Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica jamás podrían aspirar a sentarse en tan refinada mesa.
  2. Lucro: eso, ya lo sabemos, va desde el lucro encubierto, al legal, al semi-­‐legal de instituciones que usan recursos del Estado para construir estatuas a la virgen o financiar viajes al Vaticano (igualito que en escuelas). Hay de todo, desde las más serias y rigurosas a las más “lucrosas”. El lucro está ligado, aunque no completamente, a los ejes de la calidad y la selectividad. La ausencia de selectividad está en la base del negociado de las IES de baquelita, que trafican con la promesa de cartones a “clientes” que no entienden lo que leen ni lo que es una tasa de interés.
  3. Pluralismo y democracia interna: hay IES muy pluralistas, como las estatales, o bien la Central y la UDP. Hay otras en que no es imaginable que pueda aspirar a ser decano o rector alguien que no profese una determinada religión o ideología. Ejemplos (y no estoy hablando de calidad o lucro) de nulo pluralismo: las pontificias, la U. de los Andes, la del Desarrollo, o la ARCIS. La Universidad de Concepción ha sido un bastión de los masones desde su fundación. Hay otras de “pluralismo intermedio” como la Universidad Alberto Hurtado, donde se puede ser decano pero no rector si no se es jesuita. Uno sospecha que sería imposible tener un rector de la Universidad Adolfo Ibáñez que no sea de derecha, pero sus decanos son muy plurales.
  4. Valor público: hay IES que tienen mucho, poquito o nada de actividades de investigación, extensión, orquestas sinfónicas, estudios humanistas, u observatorios astronómicos. Esto tiene poco que ver con los ejes del pluralismo o el carácter público/estatal, aunque es raro ver una entidad con fines de lucro y/o baja calidad docente y/o de baja selectividad que realice actividades significativas de creación de valor público.
  5. Estatal/privado: en principio uno pudiera creer que este eje es dicotómico. O el propietario es el Estado, o es el sector privado. No es tan simple. Hay universidades privadas que reciben financiamientos basales del Estado en base a ignotos criterios y no necesariamente las de mejor calidad. Por otro lado, la privada Universidad de Concepción es dueña de una jugosa franquicia otorgada por el Estado: la Lotería de Concepción.

Invito al lector a tomar cualquier IES que conozca y clasificarla a lo largo de estos cinco ejes, en una escala de 0 a 100. Sería interesante que alguien lo hiciera sistemáticamente, pero le puedo prometer, porque lo he hecho, de que va a encontrar la más variada combinación de todas estas características. En suma, las ausentes políticas de Estado por más de treinta años han producido una verdadera bolsa de gatos, y tomará cerca de una década reordenar este naipe.

Nadie en su sano juicio pretende que debamos tener un solo modelo de IES. La variedad es buena, como el cilantro, pero no tanto. Antes de hablar de qué tipo de IES merece qué tipo de financiamiento, preferencial o no, a la oferta o a la demanda, o una combinación de ellas, el nuevo gobierno debiera comenzar por especificar cuáles modelos son deseables, cuáles son de plano indeseables, y cuáles son “poco deseables”, pero que debieran iniciar un camino transicional. No podemos nunca olvidar que hay 1.3 millones de alumnos matriculados en esta bolsa de gatos y que cualquier golpe brusco de timón puede dejar a muchos en la calle. La nueva ley de acreditación es una de las medidas más urgentes, y es en los conceptos y criterios de acreditación obligatoria de IES y de sus carreras que debe quedar plasmada la política de Estado.

Los mecanismos de financiamiento deberán ser una sesuda combinación de financiamiento a la oferta, a la demanda, fondos concursables, financiamientos basales, pero previamente hay que definir la política de Estado de lo que corresponde o no apoyar o incentivar, y en qué medida.

  • Postdata #1. Durante 30 años, el Estado se dedicó a estrangular, demoler o desinvertir en su propia red de IES. Por ende, el Estado tiene el pleno derecho, deber y responsabilidad para invertir y ampliar el desarrollo de su propia red, al menos hasta que la cancha quede aplanada. Eso no es necesariamente lo mismo que darle a sus IES un “trato preferencial y permanente” en las reglas anuales de financiamiento del sistema.
  • Postdata #2. Se ha anunciado la creación de nuevas “universidades” en O´Higgins y Aysén. Una súplica: no volver a cometer el mismo error de la “universititis”. Mejor crear lo que allí verdaderamente se necesita, que son “pequeñas “universidades técnicas”. No vendría mal, además, que algunos entes sólidos y tradicionales den una mano a través de un convenio de largo plazo con estas frágiles e incipientes IES. Crear una IES sólida, desde cero, sin ayuda, puede tomar una década. Asimismo, sería el momento de aprovechar la oportunidad y experimentar con nuevos modelos de gobernabilidad y control burocrático de las universidades estatales en estos dos casos, dándoles un estatuto especial. No queremos que les hagan un sumario interno por convidarle un café al rector de la Universidad de Santiago que los esté visitando. Mejor, si fuera necesario, esperar más de cien días, pero hacer estos dos experimentos a la perfección: sin prisa pero sin pausa.
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