Cualquier medida que apunte a mejorar las condiciones de los estudiantes, especialmente aquellos más vulnerables del sistema, nos parece pertinente y oportuna. En esa línea, destacamos que el proyecto del nuevo Sistema de Financiamiento Solidario (SIFS) apunte a aminorar el evidente trato diferenciado que existe entre alumnos igualmente vulnerables.
Sin embargo, el proyecto es perfectible, especialmente en lo que dice relación con la educación técnico-profesional, puesto que está elaborado con una mirada muy universitaria en relación con la educación superior, que tiene también otros relevantes actores.
Respecto de la demostración del mérito académico suficiente, consideramos que no deben exigirse resultados académicos de la educación media. Esta medida no aplica a la educación técnico-profesional, donde existe una formación habilitante para el trabajo.
Tampoco parece adecuado que el proyecto exija mecanismos de financiamiento a las propias instituciones en el caso de los estudiantes de los primeros deciles, y más aún, las hace responsables del pago del crédito una vez egresado el estudiante. Tal como ocurre hoy con el CAE cuando el estudiante egresa, las instituciones no deberían asumir una responsabilidad que no les corresponde, con riesgo de caer en sobrecargas financieras y contingencias extras.
Por otro lado, excluye por omisión programas de estudios superiores de carácter semipresencial o virtual, que es la tendencia global en diferentes latitudes, especialmente en aquellos países desarrollados. Por lo demás, ya en la actualidad muchas carreras tienen un claro componente de semipresencialidad.
Entendemos que el SIFS nace con nobles propósitos, pero un mal diseño del proyecto podría ocasionar severas complejidades al sistema financiero de las casas de estudio de educación superior técnico-profesional.
Fuente: El Mercurio.