Por Gonzalo Tomarelli
Director de Vertebral
Rector de Iplacex
Al analizar detenidamente los resultados del proceso de admisión a la educación superior 2018, dados a conocer por el Ministerio de Educación, llama la atención la significativa variación que muestran los datos de matrícula en la modalidad online. Si bien los poco más de 35 mil alumnos que hoy usan esta opción representan solo el 3% de la matrícula total de pregrado, aumentaron en 25% respecto del año anterior. Más aun: los alumnos que año a año eligen esta modalidad de estudios superiores se han triplicado desde 2013, concretamente aumentando un 140,7% durante el período 2014-2018.
La realidad que muestran estas cifras no difiere mayormente de lo que ocurre en países desarrollados y considerados paradigmas en este tipo de formación, donde se observan crecimientos rápidos y una mayor proporción de alumnos en modalidad online. Por ejemplo, en Estados Unidos, los estudiantes virtuales crecieron 263% en los últimos 12 años, alcanzando actualmente los 5,8 millones, según publicaciones internacionales. El desarrollo del e-learning y las tecnologías de la información (TI) representan una gran oportunidad para un país como el nuestro, donde la fuerza laboral enfrenta falencias importantes para insertarse en el mundo del trabajo.
Lo anterior, explicado entre otros aspectos, por una geografía particular, donde existen múltiples localidades alejadas de los centros urbanos que imposibilitan a muchos el acceso a la educación superior y donde, sin embargo, el mismo acceso a las tecnologías de la información es muy amplio —gracias a la masificación de la tecnología—, lo que abre el camino a la educación terciaria a personas que viven lejos y, además, deben compatibilizar trabajo, familia y estudios. Pero no solo eso. Estudiar bajo la modalidad a distancia permite fortalecer características interpersonales necesarias para las competencias laborales que el mercado valora, como la organización, disciplina y responsabilidad.
Esto, debido a que se flexibiliza el horario del estudiante y lo hace altamente compatible con otras actividades cotidianas. Asimismo, existe evidencia internacional que demuestra que en esta modalidad, el aprendizaje se logra gracias a la interacción mediante la lectura y escritura a través de trabajos en grupo, evaluaciones, material descargable y foros de discusión, lo que potencia las habilidades de los estudiantes elaborando textos, ensayos y análisis
DESAFÍOS PARA LAS INSTITUCIONES
El uso de las tecnologías y las modalidades online también conducirá nuevos desafíos a un sistema de educación superior al que le cuesta pensar en términos distintos al modelo universitario clásico y en donde centros de formación técnica (CFT) e institutos profesionales (IP) tienen la misión de adaptarse para formar a los nuevos técnicos y profesionales que el país requerirá en el futuro inmediato, considerando los enormes cambios que se producirán en el mercado laboral producto de la alta tecnologización y automatización de servicios. Sin ir más lejos, una reciente investigación del Foro Económico Mundial dice que en 2025, el 52% de las tareas corrientes será realizada por robots, y se espera que con esta revolución desaparezcan 75 millones de empleos y sean creados otros 133 millones.
Entonces, resulta trascendental diseñar nuevos y mejores sistemas de apoyo y financiamiento a los estudiantes para fomentar la enseñanza a distancia; procesos de selección y admisión mucho más flexibles y pertinentes a la nueva realidad del sistema de educación superior chileno; indicadores de gestión institucional diferentes y más sofisticados, acordes con una realidad que es cada vez más compleja; así como mecanismos de fomento y gestión de la calidad ad hoc a los nuevos tiempos que hoy se viven. ¿Será nuestro sistema de educación superior capaz de aprovechar esta oportunidad y enfrentar estos desafíos con visión de futuro?
Sin duda es algo en lo que deberemos trabajar en forma conjunta el ministerio del ramo, la Comisión Nacional de Acreditación (CNA), la recién establecida Superintendencia de Educación Superior y, por supuesto, las propias instituciones que conforman el sistema terciario chileno.
Fuente: El Mercurio