Por Juan Pablo Guzmán Aldunate
Presidente del Consejo de Rectores de Vertebral
Rector IP-CFT Santo Tomás
Cuando el 26 de agosto se celebra en todo el país el Día de la Educación Técnico Profesional, es un buen momento para visibilizar el sólido y sostenido aporte de este tipo de formación para el desarrollo del país, pues en los Institutos Profesionales (IP) y Centros de Formación Técnica (CFT) se prepara el capital humano encargado de llevar a Chile hacia su ansiado progreso.
Esta conmemoración se enmarca en un año indiscutiblemente complejo, tanto para instituciones de educación superior como –especialmente– para los estudiantes y sus familias, quienes se han visto seriamente afectados como consecuencia directa de la propagación del COVID-19. Pero, en una nueva muestra de flexibilidad, dinamismo y resiliencia –de la que ya hubo evidencia reciente tras las movilizaciones de octubre pasado– las instituciones técnico-profesionales han adecuado oportuna y responsablemente sus propuestas formativas al nuevo escenario.
Asumiendo los ya visibles efectos de la pandemia sobre la actividad y el empleo, resulta evidente la oportunidad de continuar potenciando a la Educación Superior Técnico Profesional (ESTP) para que cumpla un rol aún más preponderante en los necesarios procesos de reconversión de la fuerza laboral y preparación de jóvenes para su ingreso o reincorporación al mundo del trabajo. El aumento de la productividad, condición necesaria para impulsar el andamiaje económico del país de forma sustentable, es un proceso que debe involucrar activamente a nuestros CFT e IP dada su capacidad y experiencia en la formación de jóvenes y adultos trabajadores, en programas de estudios cortos y flexibles.