Por Jorge Menéndez, rector de CFT ENAC y vicepresidente de Vertebral
A propósito del Día Internacional de las Lenguas de Señas (23 de septiembre), efeméride impulsada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de apoyar y proteger la identidad lingüística y la diversidad cultural de todas las personas con dificultades auditivas y otros usuarios de la lengua de signos, resulta pertinente reflexionar sobre la inclusión en la educación superior.
Según cifras oficiales, se estima que en nuestro país medio millón de personas sobre los 18 años presentan alguna situación de discapacidad y de ellos poco más del 9% cuenta con estudios superiores, a diferencia del 20% de alumnos sin discapacidad, situación que se explicaría por las barreras para el acceso al sistema terciario de educación y al desarrollo en un sistema educativo al que todavía le falta un nivel mayor de maduración para acompañar y apoyar la incorporación de personas con discapacidades al mundo del trabajo.
Somos conscientes de cuáles son las dificultades por las que pasan algunos de nuestros estudiantes con las cosas que hacemos habitualmente y que las consideramos como “normales”. Ser inclusivo implica disponer de entornos educativos que tengan en cuenta la diversidad y en especial a los grupos más vulnerables, y en este respecto existe una deuda que como sistema no hemos sido capaz de solventar.
Aunque es incuestionable el avance que se ha realizado en materia de inclusión en los últimos años, es fundamental ser proactivos más que reactivos. Sería prudente, entonces, empujar políticas públicas que aseguren el acceso y la participación de estudiantes con discapacidad en universidades, institutos profesionales y/o centros de formación técnica a través de la generación de mecanismos que favorezcan la transición desde la enseñanza media a la superior, fomentando un trabajo colaborativo que articule a los actores del ecosistema de educación (Estado, Instituciones de Educación Superior, empresas y sociedad civil) para que estas personas tengan claridad de la ruta y apoyos existentes, no sólo para el ingreso sino para la permanencia y titulación de la educación superior en igualdad de condiciones. Sólo así estaremos contribuyendo concretamente a generar un ambiente en el que todos se sientan incluidos.