Columna de opinión: Educación técnica para esta era digital

«…¿Cuál sería la ventaja competitiva de los humanos en trabajos que los robots hacen con más precisión y menos fallas?…».

Por Eugenio Tironi

El Presidente Piñera anunció en octubre una modernización de la Educación Técnico- Profesional (ETP). Bien que se preocupe del tema, pero es poco ambiciosa y de dudosas perspectivas. Se necesita mucho más que 300 nuevos Liceos Bicentenario con énfasis en la educación técnica en el nivel medio.

Convendría mirar con atención qué están haciendo en este dominio algunos de los países más adelantados de la OCDE con un tamaño semejante a nosotros. Por ejemplo, el caso de Australia y Nueva Zelandia. Hasta allá viajó un grupo de rectores y directivos de las principales instituciones que imparten educación técnica a casi la mitad de los estudiantes en educación superior en Chile: como 550.000. Con ellos participé además en el 9º Congreso de la World Federation of Colleges and Politechnics, en Melbourne. ¿Qué pudimos observar sobre las tendencias en esta materia de los países más desarrollados del planeta?

El clima general es de preocupación por prepararse o adecuarse a la 4ª Revolución Industrial en curso: la de los robots con inteligencia artificial que reemplazan en forma masiva los puestos de trabajo de las personas. Y se observan cinco tendencias principales.

Primero, que cada vez importan menos los títulos académicos de las personas y más sus habilidades. Firmas como E&Y en Australia ni los piden en los formularios para postular a empleos. A ellas les interesa qué saben hacer los postulantes y no las materias que hayan aprobado, ni que sepan contestar pruebas de conocimiento, a menudo atrasado e irrelevante. Pero este saber hacer de los postulantes, las empresas lo quieren ver con evidencias y pruebas prácticas, o certificado por agencias calificadas. No les basta que alguien tenga el título de contador; quiere ver que hace bien el balance de una sociedad. Lo mismo para ingenieros y gasfíteres. Esto implica definir previamente qué se espera que haga bien cada profesional. Y es aquí, en este nivel, donde colaboran las empresas con las instituciones educativas para estructurar los cursos que debe tener cada programa de estudio (o carrera, como llamamos nosotros).

La segunda tendencia es la creciente colaboración que buscan tanto las empresas con los institutos de formación técnica superior y viceversa. Especialmente para especificar el tipo de profesionales que necesitan, como se señaló recién, en forma muy organizada y recurrente. Pero, además, empresas llevan a los centros de formación problemas técnicos que consideran que pueden resolver mejor con la ayuda de profesores y estudiantes en ellos. O para explorar nuevos negocios y desarrollos. Todo eso genera aprendizajes relevantes y actuales.

Lo tercero es que la formación técnica de nivel superior también comprenda la adquisición de habilidades llamadas blandas por parte de los estudiantes. Me refiero a valores y comportamientos éticos, pero también medibles y certificados por organismos competentes. Las empresas no quieren solo contratar jóvenes que sepan bien programar o planificar, sino que sean personas íntegras. Que tengan habilidades y valores como tener respeto por otras personas, así como por los bienes de la empresa: desde las maquinarias hasta conservar el papel confort en los baños. Que inspiren confianza y la tengan en sus compañeros de trabajo, proveedores y clientes. Capacidad de aprender, que significa decir «no sé» cuando no saben, en vez de improvisar. De hacerse cargo de sus errores y compromisos. De no andar echándoles siempre la culpa a los demás o al sistema. De no andar escondiendo cosas ni defendiéndose. Esto es parte de una ética del trabajo bien hecho y de sentirse responsable de ayudar a conformar organizaciones laborales donde todos seamos más felices.

En cuarto lugar, el gran énfasis de la ETP en esos países más avanzados en la era digital está en enseñar a trabajar en equipo y con personas diversas, no solo de sexo, sino de culturas. De trabajar de igual a igual con aborígenes, chinos, malayos, mongoles y japoneses. Apreciar la riqueza que ello conlleva, más allá de la dificultad inicial. Para eso necesitamos las habilidades blandas y la ética señaladas antes, además de una cultura abierta a otros diferentes. ¿Estarán enseñando eso nuestras escuelas en Chile hoy?

En quinto lugar y como parte de lo anterior, la capacitación técnica moderna está comprendiendo su internacionalización. No solo que nuestros estudiantes se vayan un tiempo a estudiar o trabajar afuera, como les gusta tanto hoy. Es ofrecer más oportunidades para que extranjeros estudien aquí. Esto implica para Chile un esfuerzo renovado e intensivo en enseñar inglés. A fines de la próxima década ningún escolar debiera egresar de enseñanza media sin hablar inglés.

Una forma de expresar sintéticamente lo que se necesita en educación para el futuro puede surgir de hacerse la pregunta: «¿Cuál sería la ventaja competitiva de los humanos en trabajos que los robots hacen con más precisión y menos fallas?». Y una respuesta puede ser que la única ventaja de los humanos estaría en ser más humanos.

Fuente: El Mercurio

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