Por Anamari Martínez, Rectora IPCHILE y Consejera de Vertebral
La Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), siguiendo las recomendaciones de la Conferencia Mundial de Ministros de la Juventud (Lisboa, 1998), estableció cada 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud. Esta efeméride busca promover el papel relevante de la juventud como un actor fundamental en los procesos de cambio que vive el mundo y, de paso, generar un espacio para formar conciencia sobre los desafíos que enfrentan hacia el futuro.
En esa línea, la Educación Superior Técnico Profesional (ESTP) juega un rol preponderante en la vida de más de medio millón de jóvenes chilenos que han optado por esta opción educacional como legítimo motor de progreso, ya que permite a sus egresados insertarse rápidamente en el mundo laboral y ofreciéndoles la posibilidad de una permanente actualización de contenidos dada su flexibilidad curricular. Esto repercute positivamente en el dinamismo de la actividad económica y laboral, tanto de los mismos estudiantes egresados como del país.
Además, a través de este tipo de formación, nuestros estudiantes pueden administrar efectivamente sus tiempos al compatibilizar los estudios superiores con otras actividades de la vida, puesto que la formación técnico-profesional ofrece programas flexibles y escalables en comparación con universidades. Estos atributos, por cierto, han relevado a la formación TP como una opción de singular atractivo dentro de la educación chilena.
Participar del desarrollo profesional de nuestros jóvenes es un rol que desempeñamos con gran orgullo y responsabilidad quienes nos dedicamos al ámbito de la educación superior, pero, sobre todo, lo es para nuestros alumnos, quienes son los llamados a construir el Chile del futuro desarrollando competencias, habilidades, destrezas y vocaciones adquiridas o perfeccionadas en su paso por la educación superior.
Fuente: El Dínamo