Por M. Trinidad Riesco, rectora IP Culinary; Vicepresidenta del Consejo de Rectores Vertebral
El Día de la Cocina Chilena, que se conmemora cada 15 de abril, es una fecha propicia para reflexionar sobre el patrimonio inmaterial y material que se sustenta día a día desde las tradiciones culinarias más sofisticadas hasta las preparaciones populares más simples, pues aquello refleja el espíritu de nuestra propia nación: un país tradicional, que se ha enriquecido gracias al aporte de otras culturas y que busca en la innovación consolidarse en otras latitudes.
Es importante reconocer a todos los protagonistas -desde instituciones de educación superior formadoras de verdaderos maestros cocineros hasta talentosos autodidactas que a través de la tradición buscan relevar y preservar la cocina chilena- en el reconocimiento patrimonial que ha hecho de la gastronomía nacional una práctica tremendamente valorada socialmente.
Quienes estamos insertos en la formación de capital humano a través de la formación técnica y profesional de chefs, tenemos el deber de relevar la gastronomía como un motor de desarrollo cultural y económico que sustenta la identidad de la nación.
Las artes culinarias, en muchos lugares del mundo, se ha repensado a un nivel cada vez más sofisticado, tanto así que naciones europeas lucen potentes números y rentabilidad asociados al desarrollo de su cocina y la transformación de sus territorios en verdaderas capitales vinculadas a sus productos, salto que debe pensar también nuestro país, pues la Cocina Chilena tiene una alta incidencia en el desarrollo patrimonial y en el rescate de la identidad del país.